Las estaciones del año son la expresión externa de los procesos internos de la tierra que se repiten cada año, dando el ritmo de vida , continuidad y ánimo, tanto a adultos como especialmente a los niños que con su sensibilidad están totalmente inmersos en su entorno.
La Pascua tuvo un origen pagano, era una fiesta en honor a la diosa primaveral del amanecer y de la fertilidad. Luego, en tiempos pre-cristianos se conmemoró el éxodo del pueblo hebreo desde Egipto hacia la tierra prometida, celebrando la liberación de la esclavitud. Y a partir del año I d.C. – se celebra en esta fecha, la resurrección de Cristo, la esperanza de que la vida venció a la muerte.
La liebre es el símbolo tradicional de esta fiesta, ella representa la fecundidad, la generosidad y bondad, pues es capaz de sacrificarse por sus compañeras. Si una liebre es perseguida por un cazador, otra es capaz de relevarla para ayudarla a salvar su vida. Por otra parte el huevo significa la fertilidad, la vida, la esperanza y la luz. Nuestra celebración se enfoca desde la perspectiva de la dicha y felicidad por la Resurrección.
Las hojas comienzan a cambiar sus colores y el viento sopla……. las hojas van cayendo dejando alfombras doradas y árboles desnudos……el otoño ha llegado. La tierra nos entrega sus últimos frutos para descansar y las fuerzas de la naturaleza se van yendo hacia las profundidades de la tierra, los días cada día son más cortos y fríos.
Es el momento de agradecer por los frutos dados tan generosamente durante el año y al Ser Superior que está detrás de toda esta maravillosa creación. Tiempo de calma y contemplación, que nos lleva a la introspección, animándonos a buscar dentro de nosotros en el calor de nuestro hogar.
Los antiguos habitantes de nuestro planeta estaban muy unidos a la naturaleza y cuando se iba acercando el solsticio de invierno, pensaban que el sol se estaba apagando, haciéndolos temer por su supervivencia. Para la mayoría de las civilizaciones el solsticio de invierno, era un período de renovación y renacimiento que conllevaba festivales, rituales y celebraciones.
En el caso de los mapuches, esta fiesta se llama “We Tripantu”, que significa: nueva salida del sol y la luna, es un día sagrado y corresponde a la noche más larga y al día más corto. Implica el término de un ciclo de siembra y cosecha para dar inicio a un nuevo período de la tierra. Es una fiesta de agradecimiento por la vida que se renueva, es la celebración del año nuevo.
Nuestros faroles vienen a dar luz a la oscuridad, a alumbrar el nuevo día, la esperanza del mañana y del nuevo año que nacerá.
En comunidad celebramos el amor por nuestra cultura, costumbres y tradiciones, conocer nuestras raíces y respetarlas nos fortalece, ellas forman parte de nuestra identidad.
“Tierra de los viñedos,
tierra de los maizales
rientes y jocundos,
ancha tierra de campo.
Para apretarte toda
contra mi pecho duro,
alargaría en ríos
melodiosos mis brazos.”
Óscar Castro
La palabra navidad viene del latín nativitas y significa “nacimiento”. En el hemisferio sur celebramos la Navidad en el solsticio de verano, en el día más largo del año, en medio de la luz y el calor.
La importancia de celebrar el nacimiento, surge desde tiempos muy antiguos, en Egipto adoraban a la Diosa Isis con su hijo Horus. Isis representa a la diosa madre, fuerza fecundadora de la naturaleza, diosa de la maternidad y del nacimiento.
En esta fiesta celebramos el nacimiento de Jesús en Belén, este niño que trae amor, esperanza y luz al mundo. En cada nacimiento vivenciamos el gran milagro de la vida, cada niño o niña representan la bondad, la belleza y la esperanza de un mundo mejor y despiertan en nosotros un profundo amor que nos inunda y que nos inspira a ser mejores personas.
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